Archive for the ‘Literatura’ Category

Book Vender

Tuesday, May 13th, 2008

Expendedora de “libros” fotografiada en Shinkaichi, Kobe.

漢字のおこり (El origen de los kanji)

Thursday, February 14th, 2008

Enfrentarse al estudio de los ideogramas japoneses (o quizás sea más correcto decir el estudio de los ideogramas chinos usados en el japonés) es una tarea que puede llegar a desanimar al más paciente de los estudiantes. Coincido con la opinión de James W. Heisig, quien en el prólogo de su libro “Remembering the Kanji” hace hincapié en la necesidad de separar en diferentes fases su estudio (forma, lecturas y escritura). Pretender hacerlo todo de un modo simultáneo suele ser poco productivo.

En muchos manuales dedicados a este aspecto de la lengua japonesa se nos muestran algunos de los principales ideogramas, indicándonos con varios dibujos la evolución del kanji desde su remoto origen hasta su forma actual. Así­ pues podemos encontrar algo parecido a esto:

Bien, en el anterior esquema se nos muestra una posible interpretación del ideograma de “やま”, cuyo significado es “montaña”.
A ese nivel de simplicidad de trazos es factible y útil el uso de tales esquemas. Pero soy de la opinión de que forzar la existencia de la regla nemotécnica no sirve a veces sino para entorpecer el proceso de aprendizaje e interiorización.
El kanji de arriba tiene tan solo tres trazos, pero conviene saber que los hay hasta de veintitrés trazos.

Encontré hace tiempo un librito de humor titulado “バカドリル” en el que su autor hace mofa de esos esquemas proponiendo algunos como los que os muestro a continuación:

Se supone que serí­a el kanji para “ブラ” o “ちちあて” (“sujetador”)…

…, el de “ゴリラ” (“gorila”)…

…, el de “ちょうにん” (“artesano, comerciante”)…

…, uno para “いぬのうしろすがた” (“la parte trasera de un perro”)…

…,otro para el mismí­simo señor “ジョン・レノン” (“John Lennon”)…

…, este para “せんからでたらまけ(る)” (“si te sales de la lí­nea pierdes”)…

… y el último para “しゃちょうにチョップ” (“golpe al jefe”).

Por cierto el libro es este:

Gazapos de “Gaijin”

Friday, February 8th, 2008

Hoy os quiero presentar un libro que es a la par bastante divertido y didáctico. Lleva el tí­tulo de “Japanese Made Funny” y se trata de un libro cuya lectura resultará hilarante para cualquiera que esté un poco familiarizado con la lengua japonesa.

Su autor, Tom Dillon, es profesor de inglés en la Sophia University, en Tokyo. Asimismo es el responsable de una columna de humor llamada “When East Marries West”, que aparece desde 1998 en The Japan Times.
Dillon recoge en su libro algunos de los errores más embarazosos y a la vez comunes en el japonés de estudiantes angloparlantes. Muchos de estos desaciertos léxicos pueden ser perfectamente cometidos por hispanohablantes que estudien japonés, pero el libro será mejor entendido si tenemos en cuenta la barrera idiomática que supone la diferencia entre el alfabeto fonético de las lenguas inglesa y japonesa.
El amigo Héctor, de Kirainet, por ejemplo, señala que debe el nombre de su página a una de estas confusiones (“kirai” significa “odiar” mientras que “kirei” significa “bonito, hermoso, bello”), de modo que ya veis que tampoco nosotros estamos libres de cometer este tipo de gazapos.
Os muestro a continuación tres de los casos ejemplificados en el libro.

“Kawaii” vs. “Kowai”

La palabra “kawaii” es más que un vocablo, se podrí­a explicar parte de la sociedad actual nipona a raí­z de este adjetivo. Significa “bonito, simpático, encantador” aunque la mejor traducción serí­a “mono”. Por el contrario “kowai” sólo coincide con la anterior palabra en su categorí­a gramatical, pero significa “temible, terrible, espantoso”.
Creo que ahora podéis imaginar la situación del dibujo, ¿no?

“Suwaru” vs. “Sawaru”

Tenemos aquí­ dos verbos cuya pronunciación puede traer de cabeza a más de un anglohablante. El primero de ellos significa “sentarse, tomar asiento” mientras el segundo tiene el significado de “tocar, palpar, manosear, pasar la mano”.
Imaginaos la situación en la que un “gaijin” pretende tomar asiento en el tren junto a una chica de buen ver a la que pregunta algo así­ como “Sawatte ii desuka?” (“¿puedo manosearte?”) en lugar de “Suwatte ii desuka?”, que serí­a más apropiado…

“Hoteru” vs. “Hotaru”

Hemos visto dos adjetivos y dos verbos, veamos ahora dos sustantivos. “Hoteru” significa “hotel”, claro que según qué contextos puede igual referirse a uno de los famosos “Love Hotels” (“hoteles del amor”) que abundan por estos lares, la versión más japonesa del improvisado “picadero” para parejitas. “Hotaru” significa algo bien diferente, “luciérnaga”. Ocurre que este insecto puede ser encontrado junto a canales de agua con un elevado nivel de pureza allá por el mes de julio, en diversos lugares de Japón. En dicha época numerosas son las parejas que buscan estos rincones para disfrutar del romántico espectáculo que ofrecen estos coleópteros en la noche.
En el dibujo vemos a una chica “gaijin” en su primera cita con un chico japonés al que ha propuesto ir a ver “hotaru”, ante la sorpresa del joven japonés, que a pesar de haber escuchado aquel tópico de que las americanas son algo liberales en ciertas materias aún está tratando de recobrar su ritmo cardí­aco. El leve error en la pronunciación es responsable de un embarazoso malentendido.

Bocados de muerte

Thursday, November 15th, 2007

Leí­a ayer un artí­culo de El Paí­s Semanal publicado bajo el nombre de “Japón en cinco bocados” y firmado por Carmen Pérez-Lanzac. Se trata de cinco recomendaciones literarias que presumiblemente nos podrí­an acercar a un mejor entendimiento de la cultura nipona, calificada como misteriosa por la autora del artí­culo.
Conozco tres de los libros que se nos presentan: “Tokio Blues” (absurdo tí­tulo que se le ha dado en España al best seller de Murakami Haruki “Norwegian Wood”), “Lo bello y lo triste” (obra del Nobel japonés Kawabata Yasunari cuyo tí­tulo japonés es “Utsukushisa to kanashimi to”) y “Estupor y temblores” (relato autobiográfico escrito por una belga, de nombre Amélie Nothomb, quien parece ser que no tuvo una experiencia demasiado agradable en su estancia en Japón).

Las dos primeras obras las he leí­do este mismo año (sobre la traducción al castellano de la primera de ellas tengo intención de escribir una entrada un dí­a de estos porque resulta algo indignante, especialmente cuando uno ha pagado 18 euros por el libro) y la tercera la conozco a través de numerosas referencias y gracias también a la adaptación cinematográfica fruto de una coproducción franco-japonesa dirigida por Alain Corneau en 2003.

El libro de Murakami Haruki y el de Kawabata Yasunari son dos obras que yo también recomendarí­a a cualquiera que mostrase interés por conocer la cultura japonesa, así­ como el visionado de la pelí­cula mencionada. El artí­culo pues no me parece mal. Pero la sensación que me queda tras leer ya a algunos de los escritores más representativos de la literatura moderna y contemporánea japonesa es que la mayorí­a de autores están obsesionados con un mismo tema: la muerte. No deja de ser significativo que en una selección de cinco tí­tulos dos de ellos guarden tan estrecha relación con el tema.
Por supuesto no se me escapa el hecho de que la muerte en sí­ es algo que está inexorablemente ligado a la propia existencia del ser humano pero tras leer obras de gente como Mishima Yukio, Murakami Ryu, Tanizaki Junichiro, de la misma Yoshimoto Banana o de los mencionados arriba, parece ser que especialmente en la literatura japonesa aquello de “Eros y Tánatos” está más presente que en ningún otro sitio.

cementerio

En datos de 2003 se contabilizaron en Japón más de 34.000 muertes por suicidio, la sexta causa más frecuente de muerte. Un paí­s este donde con cierta frecuencia un servicio, el del ferrocarril, que funciona con una puntualidad digna de elogio, de repente ve como se paralizan algunas lí­neas debido a la inmolación voluntaria de algún individuo cansado de su vida. Y todo mientras el ciudadano de a pie mira impasible los tableros electrónicos para ver cuánto tiempo se demorará su tren.

Veo pues una sociedad demasiado acostumbrada a vivir junto a la sombra del suicidio, que por cierto cometieron escritores como Mishima Yukio o Kawabata Yasunari. He llegado a oí­r que el suicidio forma aquí­ parte de la vida del escritor.

Traduttore, traditore

Wednesday, October 17th, 2007

Ya hace algunos años que un buen amigo me regaló una de esas guí­as de conversación japonés-español, una de tantas que supuestamente están concebidas para sacarnos de apuros ante situaciones cotidianas cuando nos encontramos en las etapas iniciales de aprendizaje del idioma.

portada

Pero no voy a hablar sobre la dudosa utilidad de estos manuales hoy. Este proemio viene a cuento del texto que dicha guí­a muestra como “prefacio”, el que os muestro a continuación:

prefacio1

prefacio2

Bien, entiendo que el libro nace de la buena aceptación de la guí­a de conversación japonés-portugués, pero no creo que ese hecho justifique en ningún momento la dejadez de los editores. No creo que sea difí­cil encontrar nativos hispanoparlantes viviendo en Japón que estén dispuestos a revisar un textito. Y aclaro que no estoy hablando ya de traducir sino de revisar, de corregir errores como los de arriba.

Ayer un profesor de derecho me preguntaba si podí­a traducirle unas páginas de un texto jurí­dico del japonés al español, aclarándome el hombre que antes otra persona le habí­a solicitado diez mil yenes por página traducida. Bueno, por supuesto no me hice cargo del trabajo porque no creo que yo tenga nivel para ello, supongo que habrá que estar familiarizado con cierto léxico técnico y creo que habrá personas mejor preparadas que yo para esa tarea, uno debe conocer sus lí­mites. Sin embargo sí­ me ofrecí­ a hacerle una revisión del texto si lo necesitara. Entonces me comentó que por este otro trabajo suele pagar unos tres mil yenes por página (hablamos de folios Din A4).

Por tanto creo que por una cantidad de dinero irrisoria se pueden evitar esperpentos como el de arriba. Aunque, claro, estoy siendo buena gente y suponiendo que ningún avispado brasileño se ganó unos yenes diciendo a esta gente que él traducí­a perfectamente al español…

Jacket

Friday, September 28th, 2007

El disco compacto nos trajo un sonido de verdadera alta fidelidad a cambio de la pérdida de un formato de auténtico lujo. Yo soy de la opinión de que comparar la carpeta de un vinilo con la diminuta carátula incluida en una caja de plástico barato de un CD es querer quedarse con el personal. Creo que la industria discográfica se encontró de repente con todo un chollazo, pues sin duda el nuevo formato abarataba los costes de producción.

Otra cosa es que ganamos muchí­simo en cuanto a calidad sonora y posiblemente con el disco compacto se consiga hacer un menor daño medioambiental, no lo sé, pudiera ser, no tengo ni idea. Lo que sé es que un CD por muy nuevecito que sea no desprende el mismo olor que un vinilo al abrirlo, que la carpeta de un álbum de un treinta y tres revoluciones es a veces una obra de arte, que el sonido de las motas de polvo amplificadas a través del diamante de la aguja tienen una magia que los bits jamás podrán alcanzar, y que en definitiva el mero hecho de pinchar un disco requiere todo un ritual que al igual que ocurrirí­a en una ceremonia de té japonesa nos hace apreciar la obra musical de un modo infinitamente más profundo que al dejar un CD en la bandeja mecánica de un reproductor digital para después pulsar un botón.

Desde que sacamos el vinilo de su funda de plástico cuidadosamente, sin posar las yemas de los dedos directamente sobre el microsurco hasta que colocamos suavemente la aguja sobre él estamos recibiendo un placer que la era digital nos arrebata. Pasar un cepillo de terciopelo sobre un disco devolviéndole a este su brillo original es una declaración de respeto por la obra musical que tenemos entre las manos.

Hace un mes me daba una vuelta por los almacenes Tokyu Hands de Kobe cuando me encontré con una pila de antiguos vinilos perfectamente enfundados con un plástico protector que les daba un aspecto impoluto. “Será todo caspa, oldies japoneses”, me dije, pero lo cierto es que habí­a auténticas joyas, y todos marcados a trescientos yenes. De aquella pila rescaté todo un clásico, un álbum cuyo original ya tení­a en versión digital remasterizada, pero nada que ver con el que acababa de encontrar. Se trataba del “Let it be” de los Fab Four.

Arriba vemos el frontal de la carpeta y abajo su interior.

El vinilo me sorprendió por estar en tan buen estado de conservación. Se ve que su dueño lo trató bien. Además tuvo la delicadeza de dejar dentro una revista sobre el álbum en cuestión, publicada en 1978. Todo por trescientos yenes.

Y acerca de portadas de long plays os quiero hablar de un libro que cayó en mis manos hace poco. Su tí­tulo es “Record Jacket Junkie!!!” (レコジャケジャンキー!). Mirando el diseño de su cubierta podrí­amos pensar que se trata de un libro sobre The Beatles, pero no es el caso:

El libro, por supuesto, cuenta con una sección dedicada a los cuatro de Liverpool pero no es ni mucho menos un monográfico de la banda. Se trata de un repaso, no exento de sentido del humor, al diseño de las carpetas de algunos de los álbumes más representativos del mundo de la música contemporánea. Todo ello a lo largo de sus doscientas veintiséis páginas ilustradas a todo color. Se presenta el original de un álbum en concreto y se acompaña de los comentarios del autor (del libro) y de algunas fotos de réplicas o “parodias” (así­ son llamadas en el libro). Aquí­ vemos algunos ejemplos:

The Velvet Underground and Nico, 1967

Ban Ban Bazar, Shinjuku de matteta, 2000

Michael Jackson, Thriller, 1982

Takenaka Naoto, Resuraa, 1984

The Beatles, A Hard Day’s Night Soundtrack, 1964

The Pebbles, First Album, 1997

High Fidelity, Original Sountrack, 2000

Herb Alpert’s Tijuana Brass, Whipped Cream & Other Delights, 1965

Pat Cooper, Spaghetti Sauce & Other Delights, 1976

Sweet Cream, Sweet Cream & Other Delights, 1978

Soul Asylum, Clam Dip & Other Delights, 1988

Elvis Presley, Elvis Presley, 1956

The Clash, London Calling, 1979

Por supuesto “Let it be” también tiene sus parodias:

Scratch Bongowax, Let me be, 1998

Kaoru Jun, Ogawa Tomoko, Okumura Chiyo, Yuki Saori, 1970

皆さんのお気に入りのジャケットを教えて下さ~い。
コメントと一緒に、そのジャケット写真のリンクを付けてくれても良し!デス。

Para acabar os propongo que habléis sobre las carpetas que más os gustan en los comentarios. Podéis buscar un enlace a una foto y pegarlo junto a vuestro comentario. Será interesante. Yo voy a colocar dos que son de mis preferidas. Son más que famosas, no creo que haya alguien que no las conozca. La primera es “Abbey Road”, una obsesión que me llevó incluso a visitar el famoso paso de cebra y los estudios EMI en Londres:

La segunda es de uno de los primeros vinilos que compré en mi adolescencia, creo que pagué seiscientas pesetas en Sevilla Rock, qué tiempos. Es el “Freewhelin´” de Dylan:

Fotografiando a una geiko

Tuesday, September 11th, 2007

Este año el destino quiso que el dí­a de mi cumpleaños pudiera estar en buena compañí­a y en un lugar sencillamente encantador, Kyoto. Cierto es que fuimos a elegir uno de los dí­as más calurosos para ir allí­, con un sol de justicia que me hizo arrepentirme en más de un momento de haberme olvidado las gafas de sol en casa, especialmente cuando se nos ocurrió visitar Heian Jingu.

Ya por la tarde andábamos por los alrededores de Kiyomizudera cuando nos cruzamos con un grupo de fotógrafos que seguí­an a una señora ataviada con un kimono a lo geiko y con un peinado al estilo “ofuku”. En esto último igual me equivoco porque no es que yo tenga precisamente experiencia en eso de distinguir los diferentes peinados. El caso es que de estar en lo cierto lo de “ataviada” cobrarí­a un mayor grado, primero porque la mujer en cuestión no es una auténtica geiko sino una señora que un buen dí­a decide pasar por un estudio del barrio de Gion donde la visten, la maquillan y la peinan para luego darse un garbeo por allí­, y en segundo lugar porque el peinado “ofuku” se supone que está reservado a las maiko que acaban de cumplir dieciocho años o a las que llevan tres años de aprendizaje. En fin, de todos modos la pista más clara para pensar que se trataba de una “falsa” geiko era la serigrafí­a que mostraba la camiseta de uno de los fotógrafos, el que seguramente estaba pagado por la señora en cuestión para la realización de un álbum personal. La camiseta tení­a la publicidad de un estudio fotográfico de Kyoto. En cuanto al resto de fotógrafos no estoy seguro pero me consta que existe un servicio en este tipo de establecimientos que por unos pocos billetes de mil te ponen a una modelo con “disfraz de serie en un marco incomparable” para llenar varias tarjetas de memoria con cientos de “jotapegés”. He visto ya a varias chicas posando de ese modo por el puerto de Kobe y hay muchos anuncios en las revistas especializadas, algunos de ellos para fotografiar incluso desnudos.

Una vez que salimos de aquella zona pasamos por Gion y allí­, en una de sus callejuelas, junto a un canal flanqueado por sauces, volvimos a encontrarnos con la misma mujer y su comitiva. Allí­ pues aprovechamos para tomar nosotros también algunas fotos.
Los japoneses que se acercaban a curiosear tampoco tení­an muy clara la autenticidad de la geiko, pero dudaban. Lo pude comprobar cuando pregunté directamente a algunos de ellos para recibir un “chotto bimyou…” por respuesta.

El hecho de que sea o no auténtica lo veo como algo anecdótico. De hecho imagino que ha de ser uno muy entendido para distinguir las sutiles diferencias en algunos casos. No creo que alguien ajeno a ese mundo pueda llegar a disfrutar plenamente de una reunión con auténticas maiko o geiko, por ello me resulta de lo más esnob ver a esos “guiris” que llegan al lugar en un coche con cristales ahumados y salen de él, con sus gafas de sol puestas (ya sabemos todos la claridad cegadora del interior de un coche con los cristales opacos) sin pausa cuando el chófer les abre la puerta, como si con esas prisas quisieran mostrar a los presentes que “están en el taco”. Me consta que se dejan una buena pasta en esos garitos para después poderlo contar a sus colegas en el club de golf, en fin, con su pan se lo coman. Es algo que no me invento, estos ojitos lo han visto.

Y digo que es algo anecdótico porque el hecho de que haya un número determinado de geiko o maiko paseando por Kyoto es un atractivo que la ciudad sabiamente cultiva.

A propósito del tema, si alguien tiene interés recomiendo la lectura de un libro titulado “Vida de una Geisha” y firmado por Mineko Iwasaki, una ex-geiko del barrio de Gion Kobu que tras acceder a ser entrevistada por Arthur Golden (escritor de “Memorias de una Geisha”) quedó muy decepcionada al ver que en el libro del de Tennessee quedaban algunos tópicos, del todo inciertos según su apreciación, acerca de los cuales ella habí­a matizado con bastante detalle en el transcurso de sus encuentros con él. No he leí­do “Memorias de una Geisha”, la verdad es que tampoco es que arda en deseos de hacerlo (se me ocurren cientos de tí­tulos a los que darí­a preferencia), y el libro que os recomiendo tampoco me va a llevar a aficionarme al tema, pero creo que refleja de un modo más que certero, por las innumerables referencias que contiene y por estar escrito por alguien que conoce a la perfección el tema, el mundo de las geisha. Además está disponible por cinco euritos, que hoy en dí­a tal y como está el patio podrí­amos decir que es regalar un libro en España.

Kobe Roman

Thursday, April 19th, 2007

Un “shashinshuu” es un libro de fotografí­as. En Japón son bastante frecuentes estas publicaciones en las estanterí­as de las grandes librerí­as. Los temas más usuales son aquellos que exaltan la belleza del paisaje japonés en las diferentes estaciones. De este modo veremos, por ejemplo, cientos de libritos de Kyoto durante la floración del sakura o en el momento en que las hojas del arce se tornan rojizas. Kyoto, Nara, Himeji, lugares como estos son los más habituales en estos libros, por ello me sorprendió gratamente encontrar esta semana un shashinshuu dedicado a Kobe, y por si fuera poco con texto bilingíŒe, en japonés e inglés.

Su autor es Sakamoto Norio, periodista y fotógrafo de Osaka que durante tres años estuvo sacando fotos por Kobe y sus alrededores para este libro que hoy nos ocupa.
Un aspecto interesante de estos shashinshuu es su precio, que suele rondar los 1500 yenes (1600 pagué por este en concreto), y el papel es de una calidad que bien merece esa pequeña cantidad.

He intentado escanear algunas fotos pero reconozco que una de mis maní­as insalvables es la de cuidar los libros, por lo que abrir en exceso un libro nuevo me parece poco menos que un crimen. Además las páginas tienen una textura que hace que al contacto con el cristal del escáner resbalen fácilmente, y me ha costado digitalizar las tres que hoy os muestro. Es curioso que en muchos de los lugares que aparecen en este libro tanto Sakamoto Norio como yo hemos coincidido colocando nuestros objetivos.

Esta es la portada del libro:

Y esta es una foto que yo tomé en el mismo sitio en marzo del pasado año:

Esta esfera está junto a las oficinas de Mitsui Sumitomo en Sannomiya:

La casualidad quiso que yo tomara esta otra foto tres dí­as antes de comprar el libro (el de la bicicleta soy yo :-)):

Esta imagen fue tomada en Kitaku. Son niños que celebran una festividad que recuerda los tiempos en los que los campesinos tení­an prohibido asistir al Kabuki, por lo que ellos mismos representaban obras que lo emulaban:

Cómo buscar un libro en Junkudo

Thursday, February 22nd, 2007

Siempre he pensado que buscar un libro en un lugar como Junkudo, con varias plantas repletas de estanterí­as llenas de pequeños libritos, todos con su lomo lleno de ideogramas, podrí­a llegar a ser una tarea digna de dedicarle una nueva licenciatura entre los estudios para extranjeros que ofrece Japón.
Hasta la fecha siempre que me habí­a visto en la necesidad de buscar un libro habí­a recurrido a mi intuición (que no tiene una fiabilidad demasiado alta pero suele sorprenderme de vez en cuando, ni Luke Skywalker ni Lola Montero) o al clásico método de preguntar (aquí­ lo normal es que si a cualquier persona del staff le damos algún dato con un mí­nimo de concreción, el libro acabe por aparecer en manos de dicha persona, a diferencia de, por ejemplo, lo que ocurre con El Corte Inglés, por poner un ejemplillo que me viene a la cabeza…).
Pero lo cierto es que no quiero que llegue el dí­a en que yo pise la librerí­a Junkudo y vea como el staff ante mi presencia corra despavorido a buscar un lugar en que ocultarse, de modo que el otro dí­a me aventuré a usar una de las nuevas máquinas que han colocado allí­ para localizar libros.
Aquel mismo dí­a habí­a estado almorzando en un restaurante de Nankinmachi cuyos dueños, un matrimonio mayor, siempre me honran con su cálida conversación mientras a mi plato no deja de llegar comida, son amabilí­simas estas personas, de verdad. Su restaurante se llama So-Hey, pero les dedicaré un post enterito a ellos, como se merecen.
El caso es que me hablaban de un artista amigo de ellos, llamado Narita Ittetsu, que hace dibujos en blanco y negro de bares y restaurantes de todo Japón. Recientemente ellos recibieron de este artista un dibujo de su propio restaurante, dibujo que está colgado de la pared, tras la barra.
Me llamó la atención gratamente y decidí­ comprar algunos libros de Ittetsu, así­ que esa iba a ser mi búsqueda en Junkudo.
Una vez en la tienda me dirigí­ a una de esas máquinas que antes os comentaba. Son de pantalla táctil. Seleccioné la entrada de caracteres romaji e introduje el nombre del libro en cuestión: “To the Bar”, y rápidamente me apareció el resultado de la búsqueda. Aparecí­an dos tipos de ediciones, una de prestigio con pasta dura y otra de bolsillo. Pulsé sobre la de bolsillo y obtuve toda la información que a continuación imprimí­ en el papelito que vemos a continuación (hay unas pequeñas impresoras dispuestas para uso de los clientes):

Lo que aparece arriba es un mapa de la segunda planta y la parte negra es donde se encuentra el libro. Después bastará con mirar en la editorial y dirigirnos al lugar señalado en el mapa. Buscamos en el lateral de las estanterí­as, donde en letras bien grandotas están escritas las editoriales que contiene cada una de ellas. En mi caso era Asahi Bunko, en japonés 朝日文庫, ¿veis estos ideogramas en el papelito?, pues a su derecha hay un kana, concretamente な. Los kana tienen un orden como nuestro alfabeto, y ese orden se usa por ejemplo en los diccionarios del mismo modo que nuestro abecedario. Pues en estas estanterí­as es exactamente lo mismo, así­ que cuando llegamos a los libros marcados con ese kana sólo hemos de buscar el código que aparece marcado en el papelito a la derecha de な, que es el 25-1, y ese es nuestro libro.
Aquí­ veis un detalle del lomo del libro:

Esta es la portada:

Y la contraportada, donde vemos como el ISBN coincide con el del papelito, por supuesto:

Si tenéis interés en conocer algunos de los mejores bares de Tokio, Osaka, Kobe y Kyoto este librito es una guí­a perfecta.

Charinko de ikou!

Friday, February 2nd, 2007

Ya os lo decí­a, hay libros de cualquier cosa por aquí­. Este del que os quiero hablar hoy lo compré hace ya algún tiempo, y pensé que igual a alguno de los que andáis por Osaka os podrí­a interesar.

El libro nos propone algunas rutas para pasear en bicicleta por las ciudades de Osaka y Kobe, además de la isla de Awaji y de parte de Himeji. Así­ que si tenéis una bici y unas piernas fuertes es altamente recomendable la adquisición de esta pequeña guí­a.
Es bastante completa, con los itinerarios claramente trazados sobre mapas bastante detallados en escalas entre 1:20,000 y 1:52,000, con información de la altura de cada tramo, su distancia, dureza, el tiempo aproximado que tardaremos en completarlo, etc.
En cada parte tenemos además explicaciones sobre algunos de los lugares de interés y al final de la guí­a hay incluso un breve manual de conducción vial y de mantenimiento de nuestra bicicleta.
Y son sólo 1500 yenes.

Para los que no viví­s por aquí­ pero viajáis por estas tierras también existe la opción de alquilar una bici, o por qué no, de comprarla, pues aquí­ están muy baratitas, las hay desde 5000 yenes nuevas.
La mí­a es una bicicletilla de montaña bastante cutre por la que apenas pagué 16000 yenes. A veces veo en las tiendas auténticas maravillas de bicis y me entran ganas de cambiar de modelo, pero… es que mi bici es la mejor. Es la primera bici que he tenido en mi vida, un poco tarde que empezó uno a darle a los pedales, ¿no?, por esa razón no me resultarí­a fácil desprenderme de ella.

Charinko de ikouka?!