Archive for January, 2007

Hace tres años…

Wednesday, January 31st, 2007

Da miedo reflexionar sobre el tiempo, la velocidad con que todo pasa, lo etéreo y efí­mero que es todo…
Hoy hace tres años de que llegué a Japón por primera vez. En ocasiones me parece que ha pasado una eternidad y en otros momentos recuerdo esos momentos como si hubieran tenido lugar hace una semana. Menos mal que existe el calendario, si no a más de uno se nos iba el juicio a por pipas a la primera de cambio.
Os podéis hacer una idea de la cantidad de nuevas experiencias a la que uno se ha visto sometido durante ese tiempo, y las que espero seguir viviendo. Algunas buenas otras malas, pero todas te sirven, o al menos así­ procuro usarlas, de todo ello se aprende, arrepentirse es siempre un tiempo perdido. Una cosa está clara, y es que ya no soy el mismo que llegaba aquel 30 de enero al Kansai International. Kiko Veneno decí­a: “yo tengo una guitarra, la miro y no me suena”, como tampoco me suena a mi el chavo de la foto ya:

Sí­, esa es mi primera foto en Japón. Ahí­ empezaba la peli, el libro estaba en blanco.

Y esta otra es del primer paseo que di por mi nuevo mundo, también aquel dí­a. Llegaba a Japón muerto de sueño, pero quién era el guapo que dormí­a con tanto por descubrir, con tanto nuevo por asimilar. Ese templo está en el que fue mi barrio durante mi primer año aquí­, es Minatogawa Jinja.

Tres años y tengo mucho que agradecer a todas las personas que de un modo u otro me han ayudado en todo este tiempo. Si tuviera que nombrarlas a todas son tantas que no acabarí­a, pero tampoco hace falta, ellas saben bien quienes son. A todas gracias!.

Pata Negra

Sunday, January 28th, 2007

El próximo miércoles harán tres años justo desde que llegué a Japón por vez primera, y hasta la fecha he tenido la ocasión de comer en más de un restaurante español por estas tierras, encontrándome en la mayorí­a de las veces con todo un elenco de mini-degustaciones de platos pseudo-españoles a precios de raciones. Hay honrosas excepciones en las que puedo decir que he salido más que satisfecho de alguno de estos restaurantes, pasen por La Oliva de Kobe si quieren un ejemplo, pero la inmensa mayorí­a nos dejarán con el estómago medio vací­o y la cartera sin un yen.

Hoy, sin embargo, he tenido el inusual priveligio de poder ir al bar que dos buenas amigas acaban de abrir apenas hace cinco dí­as en Osaka. Se trata de un bar español de tapas al que las hermanas Kei y Junko, las responsables de todo, han dado el bonito nombre de “Pata Negra”, después de cederme a mi la responsabilidad (que acepté de muy buena gana) de buscarle tí­tulo al local. Y he de decir que no nos hemos equivocado para nada con el nombre, pues todo lo que sale de esa cocina es auténtica “pata negra”, no podí­a ser menos mirando quien está allí­ preparando los platos.

Kei y Junko en la entrada de su bar, junto a un cartel que nos avisa de que por la reciente inauguración del local todo está a mitad de precio.

Aquí­ tras la barra del bar.

En “Pata Negra” no les voy a decir que regalan la comida, se paga y bien, pero al menos yo lo he hecho con mucho gusto, pues el sabor no tiene nada de “pseudo”, es auténtico, y no es casual, pues bien me consta que la cocinera se ha pateado ella solita media España buscando esos sabores y estudiando esas recetas.
La dedicación que estas chicas han desplegado, la devoción que en todo momento han mostrado, y en definitiva su ilusión, desde el momento en que esto no era más que un proyecto, me conmueven, la verdad. Por eso espero que tengan toda la suerte del mundo con su negocio.

El resto del personal no es menos amable y el servicio es de lo más correcto y atento.

Egi tirando cervecitas…

… y Ryo tocando el violí­n.

Y no deja uno de sorprenderse de la facilidad con que podemos encontrarnos con el rastro de algún que otro coleguilla que anda a diez mil kilómetros de Osaka…:

Aquí­ Hiro y un servidor mostrando perfiles:

Y aquí­ con la boca llena:

Sé que algunos de los que leéis este blog andáis por Osaka de vez en cuando, de modo que no quiero dejar pasar la ocasión y voy a recomendaros este bar para cuando tengáis morriña gastronómica. De verdad no os arrepentiréis. He comido las mejores gambas al ajillo y a la plancha de la zona y unos pinchos de carne de cerdo que creo que Hiro ya no olvidará fácilmente ;-). Y algo que de verdad echaba de menos, el arroz con leche, buení­simo!. Ah, casi lo olvidaba, la sangrí­a genial.

El bar está en la zona de Tenmabachi, no muy lejos de Umeda, a dos paradas de metro desde Higashi-Umeda (llegar hasta Tenmabachi en chikatetsu y salir por la boca número 4). Os dejo un mapita del lugar por si os da el punto:

Esta es la fachada que debéis buscar:

Kei, Junko, pata negra deshou!!!

Por cierto, me acabo de dar cuenta de que hemos pasado de las 100000 visitas, wow!, muchí­simas gracias, ustedes también sois pata negra!!!

Libros

Saturday, January 27th, 2007

Mi primer sábado después de volver desde España me di una vueltecita por Junkudo, que en Kobe tiene una librerí­a bastante decente en Sannomiya. Realmente iba a buscar un libro de ilustraciones del que os hablaré en su momento, pero claro, uno empieza a ver libros impresos en papel de calidad, con páginas a todo color, con un tratamiento exquisito de los temas tratados, libros que se ven hechos con cariño. Y cuando le da la vuelta para buscar el precio se encuentra con que encima no son nada caros, o mejor dicho, valen lo que deben de valer.
Esto viene a cuento de que durante mi última estancia en España me sorprendió, o debo decir me escandalizó, el precio de los libros. Os pongo un ejemplo, uno de los libros de Murakami Haruki, “Kafka en la orilla”, que en Japón existe en dos ediciones (ambas en dos tomos), una de bolsillo que cuesta 780 yenes (cada librito) y una con pasta dura que cuesta 1680 (idem).
Pues bien, en España traducen el libro y se ve que les costó trabajo, porque una triste edición en encuadernación rústica cuesta 24 euros. Después uno lee titulares como este “Los alumnos españoles de secundaria, a la cola mundial en matemáticas, ciencia y lectura“. Pues tampoco es que se esté tratando de solucionar la cosa, vaya, con esos precios por una novela ya podemos decir que leer es un lujo. VergíŒencita de paí­s el mí­o, señores, mucho sinvergíŒenza por metro cuadrado es lo que hay.
Bueno, volviendo al tema, Japón no es Jauja, pero los libros están al alcance de cualquiera, por eso aquí­ lee todo dios, así­ de sencillo.

El libro que compré se titula “Saishiki no Kyoto”, “El Kyoto colorido” o algo así­, y es un repaso a algunos de los principales templos de la ciudad por medio de antiguas fotografí­as coloreadas. Una maravilla de libro que me guiará por Kyoto en más de una ocasión, seguro que sí­, y que me costó 1200 yenes.

Arqueros

Friday, January 26th, 2007

Dos jóvenes miembros de un club de arco (daikyu) vuelven a casa después de la práctica.

Fotografí­as tomadas en Akashi Kouen.

Lo que me dice tu boca

Wednesday, January 24th, 2007

El paraí­so no tiene ni pecado ni serpiente,
que me muerda ni me tiente
ni principio ni final
ni gracia si no es contigo
dormir la siesta al abrigo
Del árbol del bien y el mal.

Le hice caso a mi buen amigo Julio cuando me dijo que tení­a que escuchar el último trabajo (trabajazo) de Javier Ruibal, y desde que me hice con él mi tengo a mi iPod aburrido porque no escucho otra cosa.

Para el que no lo conozca aún, Javier Ruibal es un cantautor natural de El Puerto de Santa Marí­a, Cádiz, seguramente una de las zonas que ofrece más “arte” por metro cuadrado de toda España. Cantante, guitarrista, compositor, que hace esas tres cosas de un modo inmejorable, y que suele estar muy bien acompañado: en este álbum reunió entre otros a Tito Alcedo (grandiosa guitarra), John Parsons (que tampoco es manco), Andreas Prittwitz (saxo, flauta y lo que se tercie) y Ví­ctor Merlo (contrabajo).

Aquí­ con Jorge Drexler en segundo plano.

Lo que no me explico es como cuando estoy en España no escucho en casi ninguna emisora su música. La jodienda esa de Operación Triunfo, que tiene a media España idiotizada en lo que a música se refiere.

En fin, no dejéis de escucharle si tenéis oportunidad.
Igual alguno le recuerde por la música de la simpática pelí­cula de Pablo Carbonell “Atún y Chocolate” (esta semana la cosa va de atunes ;-)).
Y si lo escucháis y os quedáis con ganas de más tratad de haceros con su álbum “Pensión Triana”, otra filigrana de disco.
Ahí­ queda eso.

Gracias, Julio, y gracias, Ruibal.

Un asunto empalagoso

Tuesday, January 23rd, 2007

Se acabaron las navidades y toda su parafernalia apenas la hemos recogido cuando ya aparecen los primeros sí­ntomas de la siguiente memez que ha encontrado un hueco en el almanaque: San valentí­n (en España su introducción data de mediados del siglo pasado y se llevó a cabo con el único objeto de incentivar la compra de regalos).
Japón no iba a ser menos y desde hace unos años se comenzó una nueva moda que consiste en regalar chocolate. En febrero son ellas las que han de regalar a ellos. Un mes mas tarde los chicos que recibieron chocolatinas deberán de corresponder a las nenas. Así­ de simple y absurdo, un mero compromiso que a quien más beneficia es a empresas como Meiji.
Igual alquien me lee y piensa que estoy falto de romanticismo y esas cosas, pero créanme, llevo ya tres San Valentines por aquí­ y la cosa no sale precisamente baratita. Y no se tome eso como una auto-adulación, pues recibo lo justo, pero devuelvo lo que me toca. Donde fueres haz lo que vieres, me decí­an en el cole, pero eran otros tiempos.
Estas de la foto son baratitas, apenas llegan a los 100 yenes, pero no creo que una chica vaya a quedar muy bien regalándolas, las elegidas son más caras, de 1000 yenes en adelante, y si son de una marca bien conocida o vienen de Suiza pues mejor…

Leaving Las Vegas?

Monday, January 22nd, 2007

La verdad, no recuerdo haber comprado nunca tanto alcohol para mi propio consumo. Otra cosa era cuando uno se encargaba de ir a comprar algunas botellas para celebrar algo con los colegas, pero hoy me dio por ahí­, pero la cosa tiene su explicación.
Desde hace ya algún tiempo tení­a amontonados unos billetitos de Daimaru que habí­a recibido como oseibo, regalitos de navidad, que supuestamente podí­an ser canjeados por latas de cerveza japonesa, algo que para ser sincero no me quitaba el sueño. Pero hoy ya os digo, me dio el puntito y me llevé la grata sorpresa de que podí­a canjearlos por cualquier cosa con alcohol que viera por allí­, así­ que me traje, de momento, esto. Y digo de momento porque tení­a en casa unos quince billetitos de esos y llevaba en la cartera sólo tres, así­ que me parece que me voy a montar un minibar en mi rinconcito de Motomachi, oiga ;-).

La verdad es que uno no bebe demasiado, pero una copita de vez en cuando no deja de ser un placer, y una cena con vino no es lo mismo que con Coca Cola, y además es gratis!.

Museums Grutto Pass Kansai

Sunday, January 21st, 2007

Gurutto significa “alrededor”. Museums Gurutto Pass Kansai es un pase con vigencia trimestral para visitar los museos de Kansai gratis o con descuento (según cada lugar). Su precio es de mil yenecillos y con él podremos visitar un total de 65 museos y otros lugares de interés (aquí­ tenéis la lista).
Yo lo encontré en la librerí­a Junkudo pero también está disponible en algunas oficionas de turismo y convinience stores.
La cuenta atrás de su vigencia de tres meses se activa al sellar el pase en nuestra primera visita.

Maguro

Saturday, January 20th, 2007

Os quiero remitir hoy un artí­culo de Arturo Pérez-Reverte que me ha parecido interesante. Y es que en los últimos meses he leí­do por algún que otro blog comentarios de internautas que duermen muy tranquilos porque rechazan con firmeza el consumo de carne de cetáceo que ocurre a 10600 kilómetros de su casa, teniendo muy cerquita en proceso un exterminio similiar, el del atún rojo.
La ignorancia, ingrediente que mezclado con una dosis de vena ecologista de andar por casa resulta poco menos que absurda. Y no crean ustedes que el que escribe este blog esté reservándose el derecho de no sólo no liberar a Willy sino el de trocearlo y servir su cuerpo en un kaitenzushi, nada más lejos de mis intenciones. Precisamente tuve la ocasión, recién llegado a Japón, de provar la carne de ballena una noche en un restaurante de sashimi de Sannomiya. Mi anfitrión aquella noche me invitó a una degustación de pescado crudo que él mismo eligió, de modo que uno se limitó a ir correspondiendo vaciando aquellos platos tan exquisitamente presentados. Y he de decirles que uno puede perfectamente morirse sin haber probado el sabor de la ballena cruda, no se pierden nada.
Pero el atún rojo es otra historia, es el pata negra del sashimi y el que lo prueba, por lo general, repite. El que yo me he permitido hasta la fecha no creo que venga de España, lo sé porque sé cuánto pagué en cada ocasión, que fue bien poco, unos 650 yenes por un menú como el de la siguiente imagen:

Tampoco el que encontramos en supermercados con el precio rebajado es del que tratamos, de hecho su bajo precio atiende a su abundancia:

Hablamos pues del sashimi de maguro que cortan en buenos restaurantes y por el que no pagaremos menos de 700 yenes por una porción de sushi. Y os aseguro que ese plato es muchí­simo más frecuente y demandado que el de cetáceo.

Os dejo ya con el artí­culo de Don Arturo:

Sushis y sashimis

Les juro que a estas alturas ya me da igual. O casi me lo da, porque hace tiempo comprendí­ que es inútil. Que los malos siempre ganan la batalla, y que el único sistema para no despreciarte a ti mismo como cómplice consiste en escupirles exactamente entre ceja y ceja, y de ese modo estropearles, al menos, la plácida digestión de lo que se están jalando. Esta introducción -o proemio, que dirí­a don Antonio Gil, mi profesor de latí­n- viene a cuento del atún rojo, y el atún fucsia, y el chanquete, el salmonete o lo que ustedes quieran, y de los peces en general y de un mar en particular, el Mediterráneo en este caso. Y me da igual, les decí­a, o hago como que me lo da, que los pescadores, entre los que alguno no tiene dos dedos de frente o medio palmo de escrúpulos y le da lo mismo tener pan para hoy y hambre para mañana, estén logrando la extinción de cuanto vive bajo el agua, hasta el punto de que ir a una lonja para una subasta da ganas de llorar, cuando ves lo que sacan del agua: cuatro raspallones de mala muerte, un cefalópodo junior y un atuncí­llo despistado que pasaba por allí­.
Me da igual -o me pongo así­ de esta manera, como si me diera o diese-, que ahora los pescadores trabajen para esos campos de exterminio flotantes que se han montado en España los del atún rojo: las jaulas donde dicen que los crí­an, qué risa Basilisa, juas, juas, juas, como si no supiéramos algunos que ese atún no nace en cautividad ni aunque los padres estén borrachos, y que lo que se está haciendo en el Mediterráneo con ese bicho, además de una canallada ecológica, es un negocio que sólo beneficia a unos cuantos, y sobre todo a los japoneses que pagan una pasta, porque allí­ ese pescado es apreciado y carí­simo.
Podrí­a, si tuviera ganas -pero ya no tengo muchas-, detallar cómo se lo montan aquí­ mis primos; cómo detectan con avionetas los bancos de atún, los acosan, los cercan, los encierran en jaulas marinas, los engordan, los matan y se los remiten a los de las Nikon para sushis y sashimis. Podrí­a contar cómo, pese a que España es un paí­s que en teorí­a protege la especie en extinción del atún rojo -aquí­ no se expiden licencias, faltarí­a más, somos Unión Europea de elite y todo eso se hacen bonitas carambolas a cuatro bandas con licencias francesas y con morro nacional, un poquito de tela por aquí­ y un poquito de mandanga por allá, se habla eufemí­sticamente de viveros y de criaderos y de la zorra que los parió, y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, del que también podrí­amos charlar despacio otro dí­a, mira impávido al tendido, supongo -me da la risa floja al suponerlo- que por amor al arte; y la Dirección General de la Marina Mercante prefiere no meterse en problemas; y los ecologistas, a quienes tanto les gusta salir en las fotos para gilipolleces, andan en esta materia con el bolo colgando en vez de montar la de Dios es Cristo; y los pescadores, esos pobres pringados, en lugar de boicotear ciertas jaulas o bloquear un puerto, o incluso pegarle fuego al organismo oficial correspondiente, aceptan trabajar como sicarios por cuatro duros miserables para los que de verdad se lo llevan crudo y que luego se hacen fotos en plan empresa ejemplar con las más altas autoridades, consejeros, presidentes y ministros incluidos, todos compadres con sus corbatas verde y rosa fosforito, encantados de conocerse í­ntimamente unos a otros. Smuac. Podrí­amos entrar en documentados y deliciosos detalles sobre todo ese panorama, repito. Pero a estas alturas no sirve de nada, y ya he dicho antes que me da igual; que el mal está hecho y es irreversible, y que cuando tenga ocasión de tropezarme a algún responsable de toda esa bazofia, ya me encargaré personalmente de ciscarme en su puta madre, si puedo. Pero lo que ya no me da igual es izar las velas para olvidar precisamente que vivo en un triste lugar llamado España, con elevadí­simo número de sinvergíŒenzas por metro cuadrado, y cuando al fin me creo libre allá afuera, Génova y Mayor arriba y con quince nudos de viento a un descuartelar, rumbo a donde sea, toparme con uno de los doscientos mil laberintos de jaulas, redes y balizas que ahora hay fondeados de cualquier manera y multiplicándose por todas partes, a veces sin señalar en las cartas, mientras te preguntas quién es el imbécil -en el más honesto de los casos- que autoriza que los calen aquí­ y allá, con luces que a menudo están apagadas en noches de temporal, en medio de las rutas tradicionales, bloqueando el paso a los abrigos de toda la vida -la otra noche, por ejemplo, eché las muelas recalando en la trampa mortal en que han convertido La Azohí­a de Mazarrón , y olvidando que, además del derecho de unos pocos a enriquecerse con el exterminio, para otros también existe el derecho a la libre navegación, y a que no nos toquen los cojones. y eso sin contar la sensación de tristeza, la amargura que produce navegar entre esas jaulas siniestras que huelen a mares desolados, a dinero turbio y a muerte.

Arturo Pérez-Reverte

El Semanal

14 de abril de 2002

Los japoneses los tienen más pequeños

Friday, January 19th, 2007

Era algo inevitable el tí­tulo de este post, ya sé que es poco imaginativo, facilón, predecible y todo lo que uno quiera, pero es que sigo con mi disritmia circadiana y escribir a estas horas en estas condiciones es lo que tiene…
En fin, obviamente estamos hablando de los cepillos de dientes.
Lleva el que escribe unos tres años en Japón y hay cosas que uno ve ya como propias. Entonces llega el momento de viajar a España, de vuelta al punto de partida para pasar unos dí­as y… pum!!, se encuentra uno con que eso del “cultural shock” no sólo le ocurre en paí­ses diferentes al que está escrito en la cubierta de mi pasaporte sino que en allí­ también puede darse.
Les cuento a ustedes: resulta que cuando llegué a Sevilla llevaba un kit de esos de viaje para lavarse los dientes con una especie de cepillo plegable metido en una caja de plástico de lo más cutre. Las cerdas eran de esas que lo mismo te limpian la boca que te ayudan a limpiar la platerí­a o las bují­as del coche, ya puestos. No era muy agradable el cepillado, no.
En esas que me fui a buscar un cepillo en condiciones y me meto en El Corte Inglés, esos grandes grandes almacenes (ingenioso que está uno con los juegos de palabras, será cosa de la disritmia esa). Yo llevo tres años, os decí­a, en Japón, vamos, que ha llovido mucho en España desde entonces pero que se sigue usando la misma moneda y que la capital sigue estando en Madrid. Y digo esto porque, joder, vaya como se cuelan con los precios, pedir tres euros por un triste cepillo es poco menos que un saqueo. En Japón un artí­culo de semejantes caracterí­sticas no llega a los 150 yenes, tomen ustedes buena nota (esta frase es de Don Manué).
Pero no queda la cosa ahí­, porque cuando me fijo en el tamaño del cabezal del cepillo me pregunto si me he equivocado de sección y en un despiste me he metido en la de guarnicionerí­a y esos son los cepillos para équidos. Error, obviamente no es así­ y lo que ocurre es que durante mi estancia en Japón debo de haber menguado.
Aquí­ os muestro mi cepillo de dientes japonés y el de los tres eurazos del ala:

Por cierto, los dentistas recomiendan en Japón que se usen cepillos de tamaño pequeño para asegurar una óptima higiene bucal.
Otra cosa, ¿os habéis fijado en lo similar que es el diseño de ambos cepillos?, sospechoso…