Archive for the ‘Sociedad’ Category

Puesta de largo

Tuesday, January 20th, 2015

Una vez más un artículo de mi amiga Montserrat Sanz Yagüe viene a ennoblecer las páginas de este blog.

En esta ocasión se trata de una hermosa reflexión acerca los dos principales eventos que tuvieron lugar en esta ciudad a lo largo de la pasada semana: la celebración del “seijinshiki” (成人式, momento del año en el que los jóvenes que cumplen 20 años entre el 2 de abril del año anterior y el 1 de abril del presente son convocados a una ceremonia en la cual una autoridad les informa en un acto solemne de las responsabilidades que deberán afrontar durante su vida como adultos) y la llegada de una triste efeméride que ya lleva conmemorándose dos décadas siempre que el calendario alcanza el día 17 de enero, la fecha del gran terremoto de Kobe.

IMG_8304-Editar

Aquí tenéis el texto del artículo publicado en El Adelantado de Segovia:

Puesta de largo
SEGOVIA, DESDE FUERA
Montserrat Sanz Yagüe

En Japón el relativismo se aplica incluso a la mayoría de edad. A los dieciséis años uno puede trabajar (aunque con restricciones), a los dieciocho conducir, y a los veinte uno puede votar y beber. Esta última y definitiva mayoría de edad merece una fiesta nacional, la más colorida del año. Cientos de jóvenes que cumplirán veinte años en los próximos doce meses se ponen de largo y son reconocidos como adultos el segundo lunes de enero. Las calles de esa fría mañana de invierno se llenan de chicas con espectaculares kimonos. Los chicos se dividen entre aquellos que eligen la indumentaria tradicional (los menos) y los que se compran su primer traje, el que les servirá en los dos siguientes años para sus entrevistas de trabajo si son universitarios. Durante ese día todos ellos participan en ceremonias oficiales organizadas por los municipios. El alcalde y otras autoridades les dan la bienvenida a la vida adulta y les recuerdan sus responsabilidades. Los chicos, a través de un representante, hacen una declaración de principios y un compromiso con la sociedad. La alegría colectiva es palpable en las calles. Es un ritual anual, oficial y público por el que pasan todos los ciudadanos y en el que participan todas las clases sociales. Siempre me ha parecido que este tipo de costumbres contribuye en parte a la unidad nacional tan evidente en Japón.

En cualquier caso, este año, el ritual ha tenido una particularidad en Kobe, la ciudad donde vivo. Hoy, diecisiete de enero, se cumplen exactamente veinte años desde que un gran terremoto asoló la ciudad, se llevó la vida de más de seis mil personas, dejó a cientos de miles sin casa y el puerto y algunas autopistas destrozadas. Este año, los chicos que se han puesto de largo son los primeros que no vivieron aquel desastre o que sobrevivieron a él con apenas unos días de vida. Son la generación post trauma, por llamarla de alguna forma.

En esta ocasión, además de darles la enhorabuena a los veinteañeros, los que se merecen un buen homenaje son sus mayores y la cultura del tesón que representan. Han sido capaces de entregarles como regalo por su mayoría de edad una ciudad moderna, limpia, con transportes eficaces, carreteras y autopistas en buen estado e instalaciones de todo tipo, una ciudad agradable, dinámica y completamente reconstruida. Del terremoto quedan heridas emocionales y una especie de añorada prosperidad siempre por llegar, pero la huellas físicas se reducen a un memorial con todos los nombres y una llama eterna, un rincón al lado del mar donde se han preservado el suelo y las farolas tal y como quedaron tras aquellos fatídicos veinte segundos, y un buen centro de documentación e investigación sobre seísmos. Por lo demás, Kobe sigue mirando al mar con elegancia y dignidad, como una veinteañera estrenando su kimono de colores con símbolos de longevidad y felicidad.

Es como si este año Kobe les estuviese diciendo a sus jóvenes adultos: yo también cumplo veinte años desde que volví a nacer y tengo toda la vida por delante. Ahí me tenéis. Vuestros mayores han reconstruido lo que han podido. Ahora vosotros sois la gran esperanza. A ellos les ha tocado reconstruir una ruina física. A vosotros os toca reparar la ruina de la crisis financiera y demográfica. Cada generación tiene lo suyo. Hagamos nuestro primer brindis legal y no olvidéis que vuestra obligación, como os han demostrado, es dejar a vuestros hijos una ciudad mejor que la que os vio nacer.

Y nunca mejor dicho.

Lonelier even than Suma

Friday, May 31st, 2013

寂しさや須磨にかちたる浜の秋

Lonelier even than Suma –
Standing on this beach
The end of autumn

Me vino a la memoria este haiku de Matsuo Basho cuando hace cosa de un mes, mientras paseaba por la playa de Suma, me di de bruces con las vallas informativas que muestro en la imagen:


(more…)

Frente al Pacífico

Friday, July 8th, 2011

En dos de las últimas entradas de este blog os hablaba de mi amiga Montserrat Sanz, profesora de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kobe, y precisamente la presencia de algunos de los artículos que ella publica en el diario El Adelantado de Segovia venían a honrar entonces mi humilde espacio web.

Recientemente recibí en mi buzón de correos una grata sorpresa en forma de libro que ella misma me remitía: Frente al Pacífico, una obra en la que Montserrat recopila algunos de sus artículos con el objetivo principal de ayudarnos a comprender mejor las reacciones que el pueblo japonés mostró en los momentos posteriores al desastre del terremoto y del tsunami que asoló la zona de Tohoku en el pasado mes de marzo. Sin duda ahí queda la gran lección que tan desmesurado infortunio nos ha dejado, “el carácter sobrio, digno y estoico de los japoneses” aun en situaciones de máxima extremidad.
(more…)

Con los pies en la tierra

Tuesday, March 22nd, 2011

Montserrat Sanz es profesora de español en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kobe. Si no recuerdo mal llegó a Japón en 1996. Tanto ella como su marido, William, son dos excelentes personas con además un inconmensurable sentido de la hospitalidad. Yo tengo el privilegio de poder decir que Montse y William son mi amigos.

Durante el fatídico día 11 de marzo Montserrat estaba en Tokyo por motivos de trabajo. Allí le tocó vivir la experiencia del terremoto, una vivencia terrible de la que ella ha sabido y está sabiendo extraer la gran lección que el pueblo japonés está dando al mundo en estos días. Los hechos son desoladores, pero resulta impresionante la actitud de los nacionales aquí, como ella misma dice “los japoneses tienen los pies bien anclados en la tierra”.

Montserrat colabora mensualmente con el diario “El Adelantado de Segovia”, un periódico local de la provincia de la que es natural. Su reflexiones acerca del Japón que ella vive no tienen desperdicio. Le pregunté si le parecía bien compartir los artículos que en estos días ha escrito para dicha publicación aquí en Motomachicakeblog. Ella accedió encantada, de modo que aquí los tenéis. El primero de ellos lo podéis descargar en PDF desde este mismo enlace. El segundo lo encontraréis siguiendo este otro link.

Souon

Tuesday, October 20th, 2009

Tengo entendido que en lo que a contaminación acústica se refiere a los españoles sólo nos supera Japón. Uno siempre ha tenido cierta tolerancia al ruido, algo que seguramente se deba precisamente al hecho de que durante toda mi vida he tenido que vivir con él. El ruido era y sigue siendo algo inherente a mi barrio sevillano: los aviones que van y vienen del cercano aeropuerto de San Pablo, las estruendosas alarmas de los coches de policí­a y de las ambulancias (no estarí­a mal sustituirlas por un tipo similar al existente en Barcelona, igual la salud de los ocupantes del vehí­culo agradecerí­a así­ evitar un muy posible e innecesario subidón de adrenalina), los pobres perros estresados por vivir hacinados en pisos jamás diseñados pensando en ellos (cosa lógica por otra parte), los alterados e ilí­citos tubos de escape de las motocicletas, el televisor del vecino o su equipo de sonido de alta fidelidad (la potencia en vatios de éste suele ser proporcional al mal gusto de la música que reproducen), las interminables obras de eternas reformas y un largo etcétera. Uno se acostumbra como puede o simplemente enloquece. Le queda el consuelo de saber que existe una legislación al respecto. He leí­do por ahí­ que incluso ya algún que otro ciudadano poco cí­vico en este aspecto en particular ha dado con sus huesos en la cárcel.

dotonbori

Japón, como decimos, goza del primer puesto en ese ranking mundial del estruendo. Es cierto que en gran medida las ciudades hacen lo posible por controlar los focos de ruido más importantes. La ubicación del aeropuerto internacional de Osaka, el Kansai Kūkō, o del aeropuerto nacional de Kōbe son prueba de ello. Las autopistas que cruzan las urbes suelen estar cubiertas parcialmente con paneles acústicos, así­ como algunos tramos del trazado del ferrocarril de alta velocidad. Pero desgraciadamente no es suficiente. Por otra parte es interesante que salvo contados y excepcionales casos no existe legislación que regule el ruido en Japón.

Hace unos dí­as consulté el tema con alguien a quien conozco que casualmente trabaja como policí­a. Me comentaba que las pocas normas que existen se han ido improvisando sobre la marcha ante la presión de ciudadanos cuyo umbral de tolerancia fue puesto a prueba.

Cualquiera que viva en Japón por un breve perí­odo de tiempo no tardará en toparse con una extrañas furgonetas decoradas con mensajes y sí­mbolos ultranacionalistas que pululan por doquier, con un equipo de megafoní­a que no cesa de vomitar lindezas. Pues bien, si estos insufribles pregoneros se pasan de los 80 decibelios (me consta que ocurre con mucha frecuencia) teóricamente están infringiendo la ley. Pero, claro, si estamos en tiempo de campaña electoral olvidemos lo dicho… (manda narices el asunto). Aquí­ la en España llamada “jornada de reflexión” viene marcada por una absurda competición de megáfonos de los diferentes candidatos, acto que viene a servir de metáfora del “mucho ruido y las pocas nueces” que los polí­ticos gastan por estos lares. Muy democrático todo ello, sí­ señor. Conviene recordar que a partir de los 120 decibelios el sonido se convierte en una sensación dolorosa para el oí­do humano, no solo pensemos en el estrés, puede incluso ocasionar daño fí­sico.

ultranacionalistas

Cuando la policí­a recibe alguna denuncia por las molestias causadas por el ruido se limita a mediar entre las partes. “La ´armoní­a´ en Japón no debe ser quebrantada”, cuán paradójico precepto este.

Tanto el minúsculo apartamento en el que viví­ mi primer año en Japón como mi pisito actual están situados muy cerca de la lí­nea del ferrocarril de la JR. Al principio los vagones de carga que cruzaban la ciudad desde la medianoche solí­an provocar mi desvelo. Puesto que su paso es regular pronto me habitué a ello.

En el sur de mi barrio, a tan solo un par de manzanas desde mi casa, hay un parque de bomberos. También al estrépito de las sirenas de los vehí­culos que de allí­ parten me he ido acostumbrando.

shouboushi

No muy lejos de allí­ los barcos de turistas que llegan al puerto y parten de él lo hacen emitiendo un zumbido que se convierte en ocasiones en atronador.
Pero quizás encuentre más molesto algo que ocurre desde algún tiempo atrás casi a diario, a medianoche, cuando grupos de motoristas se reúnen en las a esas horas poco transitadas carreteras de Kobe para llevar a cabo arriesgadas carreras que hacen que uno maldiga la hora en que Ridley Scott rodara “Black Rain”. Al incesante rugir de los motores y de los escapes de las máquinas normalmente le siguen las sirenas de la policí­a y los admonitorios gritos que los agentes del orden les dirigen a los infractores por medio de la megafoní­a de los coches de patrulla.

megafono

Teniendo en cuenta que a partir de los 95 decibelios se hace necesario el gritar para comunicarse no debe parecernos extraña la forma en que ciertos establecimientos del centro se publicitan en plena calle. ¿Qué visitante no ha escuchado aquí­ alguna o mil veces aquello de “karaoke doudesukaaaa” saliendo de uno de esos conos de plástico iguales a los que los aficionados al béisbol tienen por costumbre llevar al estadio para animar a sus equipos?
Fuera del alcance de mi comprensión están lugares como los Pachinko, esas enormes y abundantes salas de contención de humo de cigarrillos cuya contaminación acústica se puede percibir desde la calle.

Y las obras. Interminables como en España. Bastante más rápidas, todo hay que decirlo, pero igual de ruidosas. Hay casos en los que el recinto en el que tienen lugar es cubierto totalmente por una estructura, algo que viene a ser más una medida de seguridad que una barrera acústica. De hecho llama la atención el que ciertas obras municipales que afectan a zonas comerciales tengan lugar durante la madrugada con el pretexto de que de hacerse en pleno dí­a la actividad de las tiendas se verí­a afectada seriamente. No parece ser relevante el derecho al descanso.

break

En definitiva el ruido es parte del precio que el urbanita ha de pagar por el “progreso”. Por fortuna aún quedan muchas zonas a las que escaparse para huir de él en Japón y disfrutar del “sonido del silencio”, aunque para muchos, entre los que me cuento, la prolongada quietud puede llegar a ser igual de perturbadora.

Perrerías

Tuesday, September 15th, 2009

perreria

No es algo nuevo esto de “tunear” al perrito, tampoco es un tema inédito en este blog. La foto sí­ lo es, la tomé ayer en Meriken Park. Sinceramente lo de los zapatitos me parece que es ya faltarle a la dignidad del animal.

Una historia de amor y odio

Monday, September 7th, 2009

Naoki: I´m happy that you interview me so, if possible, report all over the world, this is Japan, it´s a part of Japan, it´s true.

Sean: special poor.

Naoki: not special poor, this is usual poor in Japan.

shashin

Las palabras de la cita que abre esta entrada pertenecen al desgarrador documental “Japan: A Story of Love and Hate”, dirigido por Sean McAllister. Supe de él gracias a mi amigo Raúl, quien me recomendó su visionado. Se trata de una reciente producción de la BBC junto a la NHK donde es ofrecido un valioso testimonio que viene a ratificar como mito aquello de la perfección de la vida materialista y se nos muestra la obediencia (que en ocasiones llega a ser aplastante) como rasgo inherente a la cultura nipona. Ver este reportaje es sin duda algo imprescindible para todo aquel que tenga interés en explorar la sociedad japonesa más allá de los manidos estereotipos. A continuación traduzco las palabras que el autor del documental usa para describirnos su contenido.

Naoki, de 56 años, lo tuvo todo en el Japón de la Burbuja Económica: regentaba un negocio en el que tení­a empleadas a 70 personas, conducí­a un BMW y viví­a en una casa con 6 dormitorios. Pero cuando la Burbuja estalló a comienzos de la década de los 90 lo perdió todo, acabó divorciándose por tercera vez y sin un yen.

Se salvó de convertirse en un sin techo porque su novia de 29 años, Yoshie, lo acogió a pesar de que ella viví­a en un minúsculo apartamento de una única habitación sin ventanas.

Con su edad el único trabajo al que Naoki pudo acceder fue a uno a media jornada en una oficina de correos. En Japón estar empleado a media jornada puede significar trabajar 7 horas diarias ganando unos 4500 euros al año. Yoshie necesita ahora recurrir a trabajos extras para mantenerlo, llegando a trabajar 15 horas al dí­a repartidas en hasta tres empleos diferentes.

Cada mañana Yoshie deja a Naoki en casa encargado de las tareas domésticas y se dirige a un sórdido bar de alterne, donde ella recibe dinero para beber y por flirtear con hombres casados. En ocasiones Yoshie vuelve a casa ebria y acaba burlándose de los paupérrimos ingresos de Naoki. Tras tomar su dosis nocturna de somní­feros no puede recordar nada al despertar.

Naoki ve su relación con Yoshie como la generada por un ví­nculo del tipo padre e hija más que como un noviazgo común. Admite que desde que perdió su negocio ha perdido toda confianza, incluso en el terreno sexual. La vida de esta pareja es una historia de supervivencia dentro la que se supone que es la segunda potencia económica del mundo.

Contrastes

Tuesday, March 10th, 2009

Aquello de que Japón es un paí­s de contrastes no deja de sonar como algo sumamente recurrente, pero es que este paí­s no deja de mostrarnos estampas como esta que ayer fotografié en Ikuta Jinja:

ikutalow

El coche creo que es un Lamborghini Countach. ¿Alguien nos lo puede confirmar?

Si queréis ver la imagen ampliada haced clic sobre ella.

If you wanna hang out, caffeine

Wednesday, October 22nd, 2008

Durante una época me dio por el té. Sin llegar a versarme en el tema me fui familiarizando con algunos nombres y con sus respectivos aromas y sabores. Nombres como pu-erh, oolong, lapsang, matcha, ryokucha, soukenbicha, houjicha o rooibos, entre otros. Eso fue después de indagar las múltiples variedades de té procedentes de La India que iba encontrando en el mercado: diversidades del Ceylon Tea (de Sri Lanka), del Darjeeling, del Sabah (este es de Malasia) o del Earl Grey, por ejemplo. Por el último de los citados sigo sintiendo predilección cuando va acompañado de flores de bergamota.
Sin duda mi atracción por el mundo anglosajón y mi posterior venida a Japón tienen mucho que ver con todo esto.

Recuerdo que a poco de llegar aquí­ compré una de esas máquinas dispensadoras de agua caliente que son tan habituales en las cocinas por estos lares. Todo un lujo tener una en casa para alguien aficionado a las infusiones. La llenaba de agua, se calentaba en un breve lapso de tiempo y el termostato se encargaba de mantener la temperatura a 90 grados constantemente mientras estaba en uso. El resto del tiempo el mismo dispositivo ahorraba energí­a bajando el calor hasta los 50 grados aproximadamente. Prepararse una taza de té nunca me habí­a resultado tan fácil.

Me cuesta recordar ahora el momento justo en que decidí­ sustituir el té por el café. Estando aquí­ trabajando y conociendo al mismo tiempo el nuevo terreno al que me enfrentaba el cuerpo me pedí­a… digamos que un principio activo diferente al del té, al que estaba más que acostumbrado. Probé entonces el café de las “convenience stores” y de las máquinas expendedoras: Georgia, Boss, Mt. Rainier, UCC… Habí­a decenas de tipos entre los que elegir, pero por lo general me parecí­an demasiado dulces o suaves, y desconfiaba de la calidad de la leche que contení­an (normalmente se trata de brebajes demasiado acuosos).

Máquina expendedora de café.

La marca Mt. Rainier no me pareció estar del todo mal y de hecho es la que compro cuando no me queda otro remedio que recurrir al “konbini”. Lo venden expresso, expresso doble, sin azúcar, con chocolate negro, con chocolate blanco, con miel, con vainilla, etc., y por el módico precio de 144 yenes tenemos nuestra pequeña dosis de 30 miligramos de cafeí­na.

Lo siguiente fue descubrir las cafeterí­as de Japón. Hasta entonces siempre que habí­a pisado un café lo habí­a hecho acompañado de alguien, buscando un rincón para conversar, no diré plácidamente pues los cafés de Sevilla no se caracterizan precisamente por el silencio. Pero ahora me encontraba entrando en ellos solo y cada vez con más frecuencia. Curioso, porque algo que me habí­a chocado enormemente al llegar aquí­ era entrar en un “kissaten” y ver a tanta gente solitaria sentada frente a su taza con la mirada clavada en la pantalla del teléfono móvil. No se escuchaban allí­ otras voces que las que provení­an del televisor.

El edificio de Nishimura Coffee, en Kobe.

Frecuentaba los Starbucks, acerca de los cuales el escritor Antonio Muñoz Molina habla en uno de los capí­tulos de su libro “Ventanas de Manhattan”. Dice así­:

“Gracias a los Starbucks, que están en todas partes, se puede hacer en Manhattan una vida de café tan haragana como en una capital de provincia española de hace cincuenta o sesenta años. En el café se está solo y se disfruta a la vez de la compañí­a rumorosa de la gente. […] es un buen sitio para ver pasar la vida, para observar de cerca y a la vez no comprometerse, no sentirse atrapado o encerrado. En las pequeñas mesas redondas de los Starbucks siempre hay gente solitaria que lee el periódico, estudia apuntes, se embebe en un libro, aparta los ojos de la lectura para mirar a la calle, trabaja en los ordenadores portátiles. Los domingos suele haber más gente que conversa, y ese fondo de voces hace compañí­a y corrige en parte el ensimismamiento del extranjero. […] En el café se es a la vez sedentario y transeúnte, y si uno tiene la suerte de ocupar una mesa junto al ventanal, la situación es admirable, perfecta: uno es la estampa involuntaria del desconocido que mira la calle tras los cristales del café, y esa figura, ese anonimato, le concede una visión alejada y un poco novelesca de sí­ mismo. […]”.

Sencillamente genial y totalmente aplicable al caso de Japón.

¿Cacao en polvo o canela?

En los cafés siempre que puedo pido cappuccino, pues con el caffe latte y el café au lait (diferentes en Japón al igual que en Estados Unidos) me pasa algo parecido a lo antes referido acerca de los del konbini, y pedir un expresso puede llevar a situaciones de sorpresa en las que nos sirvan una minúscula tacita de café negro acompañada de una no menos ridí­cula jarrita con leche por 500 yenes. Existen, por supuesto, muchos otros tipos, pero sin duda están destinados a paladares más golosos. El cappuccino, sin embargo, tiene la cantidad justa tanto de leche como de cafeí­na, y suele servirse acompañado de un palito de canela y azúcar moreno.

A veces me asalta la duda sobre cuál es mi verdadera adicción: la del café o la del mero disfrute de esos minutos de soledad.

Kobe Jazz Street

Wednesday, October 8th, 2008

El festival Kobe Jazz Street es uno de los eventos más prestigiosos dedicados a dicho género musical en todo el paí­s y aun fuera de sus fronteras. Sus inicios se remontan al año 1982, cuando algunos jazzeros de la ciudad, sugestionados por un cierto parecido –según ellos– entre algunas de las calles del distrito de Kitano (en el norte de la ciudad) y la famosa 52nd Street de Nueva York, decidieron crear un evento que reuniera a la flor y nata del jazz (aunque también tienen cabida los músicos amateur) para deleitar a los aficionados locales con actuaciones que tienen lugar simultáneamente en quince salas ubicadas en el citado distrito. Mediante la adquisición de una camiseta o un polo con el logotipo del festival podremos acceder a las diferentes sesiones.

Este año el evento tuvo lugar durante el pasado fin de semana. Por la mañana anduve ocupado pero en cuanto pude me dirigí­ hacia Kitano, pues no querí­a perderme la ocasión de pasear por sus calles y catar el ambiente que allí­ se respiraba.

Sone es uno de las principales salas de jazz del barrio.

Decidí­ subir hasta Kitano Circus, una pequeñita plaza en lo alto del barrio que ofrece unas extraordinarias vistas de la ciudad. Se trata, obviamente, de una de las zonas más visitadas de Kobe donde nunca faltan turistas. Dada la cercaní­a fí­sica del festival muchos de los jazzeros foráneos paseaban por allí­ en la tarde del sábado.
El lugar reúne algunas edificaciones de estilo europeo que conforman el “Ijinkan” (que literalmente significa “casa extranjera”) y que ocupan esta ubicación desde hace más de 100 años en algunos casos. Estas casas fueron habitadas por los inmigrantes extranjeros llegados a la ciudad portuaria con el sueño de hacer fortuna. El interés histórico del emplazamiento es por tanto indudable.
Mientras subí­a una empinada cuesta que da acceso a Kitano Circus me percaté de la presencia de algunas cámaras de televisión. Estaban filmando a un chico que empujaba un carrito de madera sobre el que habí­a una enorme tarta de bodas. Eché un vistazo pero rápidamente el porteador y su pastel desaparecieron del alcance de mi vista.

Detalle de la entrada de una vivienda colindante a la Weathercock House.

Seguí­ mi camino y llegué a la placita enclavada tras una escalinata flanqueada por pequeñas fuentes en cascada. La proximidad de la montaña, a apenas unos metros de allí­, deja que la pureza del aire sea fácilmente perceptible en contraste con la parte baja de la ciudad. También parece como si la contaminación acústica de la urbe fuese repelida por el verdor del monte.

La Weathercock House.

En un marco tan incomparable me hallaba cuando de repente se dejó notar un pequeño revuelo: el equipo de televisión habí­a llegado al lugar precedido del chico de la tarta. Avancé unos pasos para ver de qué se trataba y levanté mi cámara para sacar una foto del momento. Fue hacerlo y aparecer un “mozalbete” con el ánimo aparentemente turbado, haciendo una equis con los brazos mientras se dirigí­a hací­a donde yo estaba, vociferando: “shashin dame desu!”. Tomé la foto que veis abajo y me di la vuelta dando por perdido el más mí­nimo interés, pero cavilando acerca de la prepotencia de estos muchachotes de la tele, pues no es la primera vez que presencio este tipo de escenas. Ya el año pasado, mientras regresaba un viernes por la noche a casa desde el trabajo, me crucé con el mismí­simo Katori Shingo vestido de Son Goku… Al parecer estaban grabando un programa para promocionar una nueva pelí­cula a la par que hací­a lo propio el restaurante chino donde el cantante de SMAP, acompañado de todo el elenco de miembros del equipo, entró. A pesar de que no habí­a precisamente una muchedumbre congregada algunas chicas sacaron sus móviles para tratar de llevarse alguna prueba digital de lo que allí­ acontecí­a, con el fin de ser objetos de la envidia de sus amigas al dí­a siguiente. Pero al igual que el pasado sábado en Kitano no tardó en aparecer un “chaveas” en la misma disposición que el retratado, quien no satisfecho con el veto oral se dedicó a tapar con una carpeta los objetivos de las cámaras de los móviles que iba encontrando a su paso.

Siempre he pensado que a la hora de sacar una foto donde aparecen personas hay que andarse con pies de plomo, pero no creo que sea equiparable la cosa si uno se encuentra al mismí­simo rey mono caminando por su barrio o si se está en un lugar de interés turí­stico especial. Exceso de celo creo que lo llaman.

Por la expresión de su cara se podrí­a decir que me está perdonando la vida.😀

Cuando mostré la foto tomada a Yito me aclaró que se trataba de dos de los integrantes de la banda Tokio, uno de tantos del grupo Johnny´s (empresa de la que salen muchachitos de estos como churros y todos se hacen famosos casi por decreto ley). “Hay que joderse”, me dije, con los dueños de la calle hemos topado. No hay mejor momento y lugar para grabar el programita de marras que en Kitano el dí­a del Kobe Jazz Street, donde por cierto hay músicos de verdad a punta de pala, y sin semejantes exclusivos derechos de imagen.

Este no se quejó cuando lo retraté.